Parques Temáticos Disney: ¿Un camino a seguir?
Las empresas Disney son populares desde 1920, cuando Walt Disney (1901-1966) hacia sus primeras intervenciones en el mundo del celuloide con sus historias animadas. Ya desde los
años 40, Disney tenía la idea de construir un
parque de atracciones para que sus empleados y sus familias se divirtiesen en su tiempo libre.
Nunca quiso otra cosa que vender entretenimiento, industrializar la diversión. Los visitantes llegan a los parques con sus familias, incluso se visten todos iguales para reconocerse con remeras del mismo color y mismo personaje.
En los parques temáticos no se diferencia el día de la noche. Cuando llueve el espectáculo continua, no sin tener en cuenta la seguridad del público. Sin él no existiría esta “industria cultural” productora de insumos estándar en serie, imprescindibles donde todo el que los consume consigue igualdad.
Lo que sucede es que ese público se convierte en cautivo, y su derecho de elección disminuye, casi desaparece. Se estandariza el consumidor: la realidad se confunde con la ficción, se le atrofia la imaginación y la espontaneidad, se le prohíbe la actividad mental.
[1] Ese hombre medio que se quiere escapar de su rutinaria vida y que quiere estar a la par de sus hijos, sin responsabilidades: ser un niño nuevamente
y no le importa que lo lleven de la mano. Consume todo con avidez, quiere ser optimista siempre, no importa el precio o sea, no es inocente.
Consume el vértigo seguro de las montañas rusas y visita safaris donde los animales están aburridos. El peligro y la aventura tienen entre dos y tres minutos de duración y la temperatura del ambiente resulta agradable siempre, se ayuda con todos los adelantos técnicos que están a su alcance
[2]pueden ser climatizadores, aires acondicionados, lugares donde al agua sale pulverizada para dar una sensación de frescura.
A lo largo y a lo ancho de los parques hay todo tipo de entretenimientos, negocios de souvenirs, cines con películas de algún personaje en especial que nos despierten ternura o simpatía, reímos, nos divertimos: se disipa el miedo, la risa anuncia liberación
[3]. El parque es un lugar donde la realidad queda excluida y todo forma parte del negocio del entretenimiento.
Todo esto no deja de ser “hegemonía cultural” como bien dice Antonio Gramsci
[4] (1891-1937) incorporación en forma no violenta de ciertos conceptos, de ciertas formas de hacer y de ver, el visitante va porque quiere y absorbe todo lo que el medio le pone en su camino.
En este turismo de masas, los medios de comunicación cumplen un rol fundamental. Disney en sus comienzos ya había comprado una cadena de televisión (ABC) y en 1950 producía sus propios programas y en 1954 también sus películas en “CinemaScope” un adelanto tecnológico de la época.
Además gestiona dieciocho parques de atracciones, treinta y nueve hoteles, ocho estudios cinematográficos, once canales de televisión por cable y uno terrestre Walt Disney Pictures, el estudio cinematográfico más importante propiedad de la empresa, continúa produciendo largometrajes de animación, a un ritmo aproximado de uno por año. Además, en mayo de 2006 The Walt Disney Company adquirió los estudios de animación
Pixar. Todo un enjambre de medios de comunicación que abarcan absolutamente todo, son distribuidores de productos estéticos y lugares organizadores de consenso.
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Walt Disney convirtió los dibujos animados en un producto de consumo de masas. En varias ocasiones, aceptó con total franqueza que su objetivo era llegar al mayor número posible de espectadores, por encima de cualquier consideración de tipo artístico. Muchas de sus películas son obras maestras adaptadas para el cine de dibujos animados, con el tiempo el interés por halagar los gustos del público acentuó una cierta tendencia al
kitsch y al excesivo sentimentalismo.
[6] Esta tendencia marcada en el último párrafo es la esencia ornamental de la cultura de masas, donde en realidad no se reconoce ninguna esencia ya que es un poco de todo y otro tanto de nada, es decir una ornamentación barroca y plural.
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Todo parece natural pero no lo es, este turista dirigido está conforme, pero no ha elegido nada, la sociedad en la que vive habitualmente lo trata igual pero le exige que sea un adulto responsable.
Se siente bien porque puede consumir (en cuotas), esta práctica cultural es sumamente importante para el individuo de clase media que plasma la cultura a través de actos metafóricos
[8]por ejemplo obras de teatro adaptadas, películas inspiradas en grandes obras, los espectáculos propios de las clases medias serian el circo, la opereta y los parques temáticos.
Estos dos puntos: el consumo y la cultura adaptada son un espacio decisivo para la constitución de las clases sociales y sus diferencias en el capitalismo contemporáneo, ya que no se puede determinar una clase social por una sola variable (capital, propiedades, forma de tratar el tiempo libre).
En ese punto se hace una diferencia entre el turismo de fantasía y el turismo de grupos que no necesariamente disfrutan de su tiempo libre buscando actos y emociones extraordinarias. Vuelvo a esta referencia para darle un marco teórico más preciso y donde puede estar una parte de la respuesta a la pregunta que nos acompaña: ¿Por qué el visitante de los parques se entrega para ser llevado, sin cuestionamientos, sin disconformidades?
Para hablar de diferencia entre clases sociales, ya no es necesario nombrar a Marx y la lucha entre esas clases, Pierre Bourdieu ha renovado la problemática teórica, agregando al materialismo histórico y las relaciones de producción, áreas estratégicas como el arte, la educación, la cultura y sobre todo el consumo que conforman otro tipo de capital, un capital simbólico, social y cultural que se adquieren perteneciendo a una clase u otra.
Dentro del capital simbólico existen una serie de inconstantes que son prácticas culturales variables (barrio donde vive, colegio de los hijos, lugar que eligen para ir de vacaciones) que pueden funcionar como principio de selección o no, pertenecer o no a determinada clase social. La diferencia se establece, no solo por los bienes que cada clase posee, sino por la forma en que los usa.
[9)
Partiendo de esta premisa, hablamos de una “estética burguesa, una estética de los sectores medios y una estética popular”. Bourdieu construye el concepto de “habitus” para desde el proceso social llegar al individuo y explica: la homología entre orden social y prácticas de los sujetos, no es de una influencia externa (mensajes políticos, publicitarios) sino porque esas acciones se insertan en el sistema de los hábitos constituidos desde la infancia, esas relaciones de sentido no consientes.
El habitus programa el consumo de los individuos, lo que se siente como necesario.”La manifestación aparentemente más libre de los sujetos, el gusto es el modo en que la vida de cada uno se adapta a las posibilidades estilísticas ofrecidas por su condición de clase”.(10)
Quizás esta sea una explicación teórica a un comportamiento de una determinada clase que entiende que está decidiendo algo que en realidad quiso toda su vida, aún antes de mencionarlo.
Graciela Scacciaferro.
[1, 2 y 3) Industria Cultural. Theodor Adorno (1903-1969) Filosofo alemán.
[4] La orientación gramsciana se caracteriza por estudiar los procesos culturales en tanto están constituidos por la contraposición entre acciones hegemónicas y subalternas. Néstor García Canclini.”
Gramsci con Bourdieu. Hegemonía, consumo y nuevas formas de organización popular”
[5] G. Vattimo. El fin de la Modernidad. Muerte o Crepúsculo del arte.
[6] Disney fue uno de los pocos empresarios cinematográficos que recibieron abiertamente a la cineasta alemana
Leni Riefenstahl, en su visita a Hollywood en
1938, cuando la mayor parte de la industria le cerró sus puertas. Este dato solo indica que no tenía una identidad política o religiosa clara. Solo en los negocios.
[7] G. Vattimo. La sociedad transparente. “De la utopía a la Heterotopías”,
[8] García Canclini, La sociología de la cultura de P. Bourdieu.
[9)García Canclini, La sociología de la cultura de P. Bourdieu.
[10] García Canclini, N. La sociología de la cultura d P. Bourdieu. Pág.